Los principios fundamentales de la enseñanza y el aprendizaje

¿Cómo piensan y aprenden los estudiantes?, ¿qué motiva a los estudiantes?, ¿por qué son importantes el contexto social, las relaciones interpersonales y el bienestar emocional para el aprendizaje del alumno?, ¿cómo se puede gestionar el aula óptimamente?, ¿Cómo debo evaluar el progreso del alumno?

(imagen obtenida de http://www.apa.org/ed/schools/cpse/20-principios-fundamentales.pdf)

Recientemente un grupo de psicólogos estadounidenses pertenecientes a la Coalition for Psychology in Schools and Education, bajo los auspicios de la APA (American Psychological Association) ha publicado un documento donde se identifican y formulan 20 principios fundamentales de la Psicología para la enseñanza y el aprendizaje en el aula, desde la educación infantil hasta la enseñanza secundaria.[i] Se trata de una actualización y ampliación del proyecto Learner-Centered Psychological (1997) con el que la APA buscaba identificar los principios psicológicos clave para los estudiantes.

Los primeros ocho principios  responderían a la pregunta ¿cómo piensan y aprenden los estudiantes?

PRINCIPIO 1: Las creencias o percepciones que los estudiantes tengan sobre su inteligencia y capacidad afectan a su aprendizaje y funcionamiento cognitivo.

PRINCIPIO 2: Lo que los alumnos ya saben afecta a su aprendizaje.

PRINCIPIO 3: El desarrollo cognitivo de los estudiantes y su aprendizaje no está limitado por los estadios generales del desarrollo.

PRINCIPIO 4: El aprendizaje está basado en el contexto, por lo que la generalización del mismo a nuevos contextos no se realiza de manera espontánea, sino que debe facilitarse.

PRINCIPIO 5: La adquisición de conocimientos y habilidades a largo plazo depende en gran medida de la práctica.

PRINCIPIO 6: Un feedback a los estudiantes claro, explicativo y a tiempo, es importante para el aprendizaje.

PRINCIPIO 7: La autorregulación de los estudiantes ayuda al aprendizaje, y las habilidades de autorregulación se pueden enseñar.

PRINCIPIO 8: La creatividad del estudiante puede fomentarse.

Los principios nueve al doce responderían a la pregunta ¿qué motiva a los estudiantes?:

PRINCIPIO 9: Los estudiantes tienden a disfrutar del aprendizaje y tienen mejores resultados cuando su motivación es más intrínseca que extrínseca.

PRINCIPIO 10: Los estudiantes persisten ante las tareas que plantean desafíos y procesan la información con mayor profundidad cuando adoptan metas de dominio en lugar de metas de rendimiento.

PRINCIPIO 11: Las expectativas de los profesores sobre sus estudiantes afectan a las oportunidades de éstos para aprender, a su motivación y a los resultados de su aprendizaje.

PRINCIPIO 12: Los objetivos a corto plazo, específicos y que planteen desafíos moderados, motivan más que los objetivos a largo plazo, generales y que planteen desafíos muy exigentes.

Los principios trece al quince responden a la pregunta ¿por qué son importantes el contexto social, las relaciones interpersonales y el bienestar emocional para el aprendizaje del alumno?

PRINCIPIO 13: El aprendizaje se encuentra situado dentro de múltiples contextos sociales.

PRINCIPIO 14: Las relaciones interpersonales y la comunicación son fundamentales tanto para el proceso de enseñanza-aprendizaje como para el desarrollo social y emocional de los estudiantes.

PRINCIPIO 15: El bienestar emocional influye en el rendimiento educativo, el aprendizaje y el desarrollo.

A la pregunta ¿cómo se puede gestionar el aula óptimamente? responden los principios dieciséis  y diecisiete:

PRINCIPIO 16: Los estudiantes pueden aprender cuáles son las expectativas de interacción social y de conducta en el aula a través de una formación eficaz y principios conductuales demostrados.

PRINCIPIO 17: La gestión eficaz del aula se basa en (a) fijar y transmitir grandes expectativas, (b) fomentar de manera consistente relaciones positivas, (c) proporcionar una alto nivel de apoyo a los estudiantes.

Por último, los principios dieciocho al veinte responden a la pregunta ¿cómo evaluar el progreso del alumno?:

PRINCIPIO 18: Tanto la evaluación formativa como la sumativa son importantes y útiles, pero hay que aplicarlas e interpretarlas de distinto modo.

PRINCIPIO 19: La mejor manera de evaluar las habilidades, conocimientos y capacidades de los estudiantes es mediante procedimientos fundamentados en la psicología y estándares bien definidos de calidad e imparcialidad.

PRINCIPIO 20: Para valorar correctamente los datos de evaluación es necesario interpretarlos de manera clara, adecuada e imparcial.

La explicación de cada uno de estos principios lo dejo para sucesivas entradas a este blog; también, la relevancia que cada uno de estos principios tiene para los que nos dedicamos a la docencia.

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[i] puedes acceder a dicho documento original en: http://www.apa.org/search.aspx?query=20%20principios%20fundamentales


Educar y enseñar

 
Recordemos que los contenidos necesarios para el desarrollo de una competencia son el saber (datos, hechos, conceptos, etc.), el saber hacer (habilidades, destrezas, técnicas a aplicar...), saber ser (normas, actitudes, valores, intereses que llevan a unas convicciones y a asumir unas responsabilidades) y saber estar (predisposición a la comunicación interpersonal y al entendimiento, favoreciendo un comportamiento colaborativo).

La función tutorial: un gorro más para el docente



Todo docente, por el hecho de ser enseñante, debe orientar al alumno en su proceso de aprendizaje. En dicho proceso pueden aparecer circunstancias que pueden dificultar o potenciar dicho aprendizaje. El profesor-tutor debe asumir ahora dos roles: el de docente y el de tutor-orientador; y puede ocurrir que sea un buen docente pero no un buen tutor. Está claro que la acción tutorial también requiere preparación.

Ser nombrado tutor supone una carga extra, ya que a las funciones y tareas que tenemos como docentes se suman otras en relación con los alumnos, con los profesores, con la jefatura de estudios y con el Gabinete de Orientación Educativa (también llamado Departamento de Orientación). Para desempeñar con eficacia dichas tareas sería aconsejable que el tutor poseyera una serie de actitudes y aptitudes, así como que dominara una serie de herramientas que le pueden servir de ayuda en su labor.

Entre esas actitudes y cualidades deseables yo destacaría las ganas de ayudar (actitud de evaluación y apoyo), una actitud abierta (de escucha y comprensión) y una actitud empática. El ponerse en la situación del alumno, el participar afectivamente de la situación que está viviendo,  le facilitará una mayor cercanía y comprensión de las problemáticas que puedan plantearle sus alumnos. Entre las aptitudes deseables destacaría las habilidades de comunicación, la capacidad de escucha activa y la suficiente formación en ámbitos relativos a técnicas de estudio, observación sistemática o técnicas de entrevista.

Pero la acción tutorial debe desarrollarse no solo en el plano académico sino que debe abarcar diversas modalidades y servir de ayuda al alumno también en el plano personal y profesional. Además, la acción tutorial no debe improvisarse sino que debe guiarse con arreglo a un plan, a un Plan de Acción Tutorial o PAT.

Partiendo de un análisis de la situación o contextualización, es decir, de las peculiaridades del centro, del nivel educativo y tipo de curso y de las peculiaridades del grupo de alumnos a tutelar, se deben de establecer unos objetivos (generales y particulares) a alcanzar, y para ello se deben diseñar una serie de actividades (sesiones de tutoría) en consonancia con dichos objetivos. Está claro que para poder llevar a cabo esas actividades necesitaremos una serie de recursos ambientales, materiales y personales y que dichas actividades deben de conllevar una temporalización prevista (una previsión de cuándo y con qué duración voy a llevar a cabo cada una de esas sesiones). Por último, no debemos olvidar la evaluación de dicho plan, de cara a la mejora para los cursos venideros, evaluación que interesa que sea abordada desde distintos puntos de vista (evaluación cruzada), y no solo desde el punto de vista del tutor. El tener en cuenta la opinión de los alumnos, de otros profesores tutores y de especialistas de ese Departamento de Orientación, siempre darán mayor validez a esa evaluación sobre la utilidad del PAT diseñado.
 

La evaluación continua está de moda

En ocasiones, los docentes hablamos indistintamente de medición y evaluación. Pensemos que no es lo mismo medición (conocer la cantidad de algo) que evaluación (apreciar el valor de algo). La medición es previa a la evaluación y proporciona información para poder llevar a cabo la evaluación. La medición es cuantitativa y la evaluación es cualitativa; con la evaluación juzgamos la información obtenida por la medición.

 

Si nos adentramos en el concepto de evaluación, desde el proceso de Bolonia, en el ámbito docente está muy de moda hablar de evaluación continua, pero ¿realmente los docentes tenemos claro lo que implica dicho proceso?

 

Sabemos  que todo profesor debe evaluar la asimilación de conocimientos y el desarrollo de las competencias a alcanzar por el alumno. Para ello, lo adecuado es programar con cierta periodicidad diversas actividades evaluables a lo largo del curso. Pero estas actividades deberían programarse al objeto de facilitar la asimilación y el desarrollo progresivo de los contenidos de la materia a impartir, así como de las competencias a alcanzar. Ahora la clave radica en asumir el papel de orientador, evaluando el proceso de aprendizaje del alumno no solo para sancionar sus resultados, sino, sobre todo, para ayudarle a alcanzar los resultados de aprendizaje esperados, mediante un continuo seguimiento de su trabajo.

 
Con esto quiero decir que la llamada evaluación continua no consiste en programar exámenes de manera continua. Se trata de poder llevar a cabo un seguimiento del progreso del aprendizaje del alumno, y ello conlleva facilitar retroalimentación al alumno sobre su propio ritmo de aprendizaje, para que pueda rectificar sus errores y reorientar su aprendizaje. En definitiva, implica que el alumno asuma un papel más relevante en su propio proceso de aprendizaje.

 

La evaluación es un proceso que debe incluir evidencias variadas y no limitarse a los clásicos exámenes parciales y finales tradicionales. Ello no quiere decir que tengan que desaparecer los tradicionales exámenes finales de curso, sino que no deben de ser los únicos métodos de evaluación existentes. Y, por supuesto, de existir una prueba final de evaluación/examen final, esta deberá estar en consonancia con las actividades propuestas a lo largo del curso.

 
Pero, entonces ¿Cuáles son esas evidencias variadas a los que me estoy refiriendo? Pues ahí los docentes disponemos de un gran abanico de posibilidades: pruebas objetivas de elección múltiple, pruebas objetivas de verdadero o falso, pruebas de respuesta breve, pruebas de desarrollo, pruebas de respuesta larga, pruebas orales individuales, realización de trabajos individuales o grupales, exposiciones de dichos trabajos, presentaciones de temas, realización y presentación de proyectos, memorias de prácticas, informes de prácticas, pruebas de ejecución de tareas (mediante observación sistemática, si son reales, o mediante role-playing, si son simuladas), estudio de casos, etc.

 

En definitiva, la evaluación continua debe realizarse a lo largo de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, iniciándose con la evaluación inicial (o evaluación diagnóstico), continuando a lo largo de todo el proceso formativo (evaluación formativa o de procesos) y concluyendo con la evaluación final (o sumativa).