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LA APARIENCIA

Eichery Roach-Higgins (1991) definió la apariencia como el “conjunto de modificaciones del cuerpo y/o suplementos mostrados por una persona en el proceso de comunicarse con otros seres humanos ".

Esta definición incluye cualquier manipulación intencionada del cuerpo, incluyendo: ropa, accesorios, cosméticos, cortes de cabello, pelo, facial, tatuajes, etc. 
Gregory Stone (1962) señaló que puede deducirse una gran matriz de información a partir de la imagen de otra persona (identidad, valores, personalidad, estados de ánimo, actitudes, creencias). Este autor argumentó que la apariencia es la "fase de la interacción social en la que se establece la identificación de los participantes en dicha interacción".

Está claro que para una primera impresión habría que cuidar más nuestra apariencia (recordemos los estudios de Mehrabian, o en esa misma línea los de Lair Ribeiro). La forma de vestir puede decir mucho de cómo somos y pienso que, indistintamente del tipo de auditorio ante el que tengamos que impartir una conferencia o sesión de clase, siempre debe primar la sencillez y la naturalidad. También es cierto que cada ocasión puede requerir un tipo de vestuario distinto, en función de la impresión que queramos causar. En este sentido recuerdo que hace unos años invitamos a nuestro Centro a una posible conferenciante para impartir algunas sesiones sobre comunicación no verbal, dentro de un curso sobre negociación. En esta ocasión se trataba de una mujer que quería dar muestras de que su trabajo era serio y riguroso, y me llamó la atención que venía conjuntada perfectamente para contribuir a la transmisión de tal imagen (traje chaqueta, colores oscuros, maquillaje suave, sin accesorios llamativos, etc).

Acertar con la vestimenta no debe ser algo muy complicado siempre que evitemos los extremos (prendas demasiado cortas, maquillajes excesivos, complementos llamativos, etc.). Bajo mi punto de vista no es conveniente utilizar colores demasiado llamativos, peinados extravagantes o ropa excesivamente ajustada, ya que ello podría desviar la atención de nuestros alumnos y alumnas. Todos tenemos compañeros que cuidan bastante su presencia, al menos para dar clase (a mí rápidamente me viene a la mente la imagen del profesor Cristóbal Calvo o de la profesora Mari Cruz García, ambos pulcros y detallistas en el vestir; pero es que también lo son con su trabajo). Pero también hemos coincidido en alguna ocasión con el típico compañero al que le resulta indistinto el presentarse ante sus alumnos con barba de tres días, o con el cabello desordenado. Yo soy de los que piensan que una persona bien vestida nunca quedará mal ante cualquier tipo de auditorio.
Algunas consideraciones a tener en cuenta por el profesor:
        La primera impresión visual es vital.
        A través de la apariencia proyectamos aspectos de  nuestra personalidad.
        Se trata de un proceso psicológico de “pre-juicio” y expectativas.
        Una imagen adecuada hace más receptiva a la persona que nos escucha.

La formación de impresiones por parte del alumno
La formación de impresiones se produce en una secuencia temporal que implica cuatro fases (Livesley y Bromley, 1973).
Primera fase: se percibe selectivamente la información que está disponible a simple vista. Destacando señales que tienen algún interés personal o importancia. (Ej. el perceptor puede fijarse en la longitud del cabello de una persona).
Segunda fase: se infieren características personales del sujeto sobre la base de las señales seleccionadas. (Ej. un hombre con el pelo largo puede ser percibido como más liberal que un hombre con pelo corto).
Tercera fase: el perceptor infiere otros atributos de la persona que este podría poseer. (Ej. liberal-generoso, de modo que la generosidad sirve como una inferencia ampliada que se atribuye al individuo liberal).
 Cuarta fase: la información inferida se integra, formando una base para responder a la otra persona. Estas respuestas pueden ser mentales (pensamientos) o un comportamiento determinado hacia la persona.