No hay muchos
estudios que aborden la cuestión de la influencia del ambiente de
la clase sobre el comportamiento de profesores y alumnos o su influencia en el
aprendizaje. Sommer (1967), en un estudio llevado a cabo en seis secciones
de discusión de una clase de introducción a la psicología, encontró que la
participación en clase se relaciona con la disposición de los asientos. Así, en
las aulas pequeñas las oportunidades de participación de un alumno en la
discusión de clase eran ligeramente mayores que en las aulas grandes; siendo la
participación del alumno en las aulas grandes más referidas a preguntas de
aclaración o peticiones de repetición de un contenido. Además observó que, en
la disposición de estilo seminario, los estudiantes que estaban sentados enfrente
del ponente participaron más que los que estaban situados en los lados.
También, que las aulas con filas rectas, los estudiantes situados en la parte
de adelante participaron más que los estudiantes situados en la parte trasera,
y que los estudiantes situados en el centro de cada fila participaron más que
los estudiantes situados a los lados. Para Sommer estos resultados confirman la
hipótesis de que a mayor contacto visual directo se produce
una mayor interacción.
Por su parte
Adams y Biddle (1970), en un estudio llevado a cabo sobre la participación
de estudiantes en clases, aportaron que la mayor participación de los alumnos
proviene de los que están situados en el centro del aula y sobre todo en las
tres posiciones situadas una detrás de la otra frente al profesor. En concreto
estos autores hablan de que el 63%, de las 1176 conductas de participación
observadas, provendrían de la zona triangular establecida por los tres asientos
que ocupan el frente central de la primera fila, frente al profesor, y los tres
posteriores al alumno situado en el centro.
Fig.1 Zona de mayor participación
en clase según las observaciones de Adams y Biddle.
Koneya (1973) además
aportó que los estudiantes activos (mayor tasa de verbalización) tienden a
escoger los asientos situados en la zona de participación en mayor proporción
que los de actividad moderada o baja. También observó que si les asignaba
asiento en la zona central a los estudiantes, tanto los muy activos como los
moderadamente activos hablaban más en la zona de mayor participación que sus
equivalentes fuera de dicha zona. Pero, sin embargo, los que se habían mostrado
escasamente activos mantuvieron esa condición también cuando fueron situados en
la zona de mayor participación. Koneya habla de una “ecología de la
participación” en las aulas que puede servirnos para predecir, en función
de la tasa de verbalización de los alumnos, los lugares que voluntariamente van
a ocupar en el aula.
Vemos por tanto
que los aspectos ambientales pueden fomentar la participación en clase y
facilitar o dificultar la interacción profesor-alumno.
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