Cuando un docente novel se dirige a sus
alumnos por primera vez es probable que manifieste excesiva activación
emocional. Esa ansiedad se puede reducir, en parte, visitando el local o aula
donde vayamos a impartir la sesión, probando los recursos a emplear, llevando
algún guion o documento de apoyo, preparando la sesión a conciencia, conociendo algunos
aspectos sobre el auditorio (edades, intereses, nivel formativo, etc.) y
empleando alguna técnica para reducirla (ensayos previos, técnicas de
relajación, técnica de respiración profunda, pequeños sorbos de agua, etc.).
Tener miedo la primera vez que uno se
enfrenta a una sesión de clase es algo natural y no debe preocuparnos en
exceso, siempre y cuando ese miedo sea racional
(miedo por no saber contestar a alguna pregunta concreta, miedo a quedarse en
blanco, miedo a que falle el ordenador o el proyector…). Estos miedos se pueden
reducir con los consejos que he dado anteriormente, pero otros tipos de miedos
más irracionales (miedo a hacer el
ridículo, a que se rían de uno, a tartamudear, a que le abucheen…) deberían ser
racionalizados y rechazados por absurdos, ya que son situaciones que no se van
a producir. No obstante, un cierto grado de nerviosismo puede ser beneficioso
para cualquier intervención en público (ver curva de activación y rendimiento).
- Debe
tener claro cuáles son los objetivos de la sesión para orientar
así su sesión de clase. Hasta hace poco yo siempre había hablado de tres tipos diferentes de objetivos (intelectivos, procedimentales y actitudinales), pero recientemente la profesora Elena Alba me aclaró que eso tampoco acaba de ser del todo correcto y que esa clasificación sí tiene vigencia al hablar de los contenidos (tanto tiempo dedicado a estos menesteres y ha tenido que ser este blog el que abriera este debate... realmente tengo compañeros que saben poner los puntos sobre las "ies" con mucho acierto).
- Debe
establecer una comunicación efectiva con sus alumnos e intentar ganarse
el interés del auditorio en los primeros minutos (si no lo conseguimos
en los primeros minutos estamos condenados al fracaso). A este respecto George Jessel decía: “si no has despertado su interés en los tres
primeros minutos, deja de molestarlos”.
- La
sesión debe haberla preparado concienzudamente, por lo que además de elaborar un
guion debe ensayar la forma en la que lo va a exponer (“fracasa en la preparación y prepárate a
fracasar”, decía en su libro mi amigo Andrés
Alcolea).
- Debe
tener en cuenta que una cosa es conocer la materia y otra muy
distinta es saber hablar de la misma (no es suficiente con conocer el tema,
hay que dominarlo y hay que saber exponerlo de forma atractiva para captar la
atención y no aburrir a los alumnos).
- El
profesor debe tener un conocimiento, sobre el tema que va a
explicar o tratar, muy superior del que tiene el alumno y debe evitar a toda
costa hablar sobre un tema que desconozca o no domine (o se presta a hacer el
ridículo).
- Cuando
se imparte una sesión y, en general, cuando se habla en público hay que estar
pendiente de lo que se dice y de cómo se dice, del vocabulario
que se emplea (para que sea comprensible por ese auditorio), de los gestos,
de las posturas y movimientos, de la apariencia
(aspecto, forma de vestir, complementos…) y de los demás componentes del comportamiento
no verbal.
Algunos autores como Dale Carnegie aconsejan que para hablar en público deberíamos
elegir un tema sobre el que nos hayamos ganado el derecho de hablar
(por estudios realizados sobre el mismo o por años de experiencia); pero ello
no siempre es posible para el profesor que tiene que impartir sus sesiones de
clase sobre alguna materia concreta. También aconseja que si podemos elegir el
tema, optemos por alguno que nos emocione vivamente y sobre el
que estemos ansiosos por comunicar.tre los consejos que
podemos extraer de alguna de las publicaciones de este autor me gustaría
destacar lo
v Nunca escribir las charlas
v Nunca memorizarlas
v Ilustrarlas con ejemplos
v Conocer mucho más que lo que se va a decir
v Ensayar
v No imitar a nadie
Respecto a la
preparación, es importante que cuando se prepare una sesión de clase se tenga muy
en cuenta el tiempo disponible
para impartirla en el aula (normalmente 50 o 55 minutos). Sobre esta cuestión siempre
me viene a la mente la figura de otro gran profesor y compañero, Cristóbal Calvo, siempre con su
pulcritud y con continuas referencias a la necesidad de ajustarse a los tiempos
fijados en el horario. En este sentido, me gustaría hacer hincapié en que el
profesor siempre debería preparar sus sesiones de clase ajustándolas a un tiempo
algo inferior al que tenga asignado, ya que durante la misma será frecuente que
uno tienda a extenderse (debido a una extensa introducción, a una detallada mención
a los objetivos de la sesión, a dudas o preguntas que puedan surgir, a alguna
anécdota improvisada, etc). Como siempre decía, mi excompañero y amigo, el
profesor Andrés Alcolea: “ese
tiempo que les quitamos del descanso a nuestros alumnos nunca se lo podremos
devolver”.
Por último y, aunque lo
haya dejado para el final, no menos importante que todo lo expuesto
anteriormente, hay otro elemento importante que no debemos olvidar al hablar
ante un auditorio y que he aprendido de otro gran maestro y compañero, como es José Antonio Casanova. Este profesor
dota de brío y vigor a todos los mensajes que emite en el aula; de forma natural
cuenta chistes y anécdotas relacionadas con el tema que trata; con maestría deja
aflorar sus emociones y, en ocasiones, impulsos incontrolados; es poco
formalista y muy directo, y… quizás en todo ello esté su virtud porque sabe
hacer llegar el mensaje al auditorio con mucha fuerza. Y, saben ustedes ¿por
qué? Pues porque a sus clases lleva siempre un ingrediente que debe ser
fundamental para todo profesor a la hora de hablar en público: el entusiasmo.
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